Nuestra historia comienza con una pequeña anécdota que ocurrió allá por los años ‘90… Mi padre, Julio Humberto Fantín, al jubilarse de su profesión de médico decide dedicarse a su otra pasión, la jardinería.
Comienza a realizar plantaciones de diversas especies de árboles y arbustos en una fracción de campo perteneciente a su esposa, Clorinda Cabanellas, lindando con la casa de campo que habían disfrutado toda la vida, y donde habían crecido sus hijos.
La forestación ya estaba en marcha, cuando aparecen dos grandes problemas:
El primero de ellos: las hormigas, contra las que lucha probando todo tipo de soluciones, hasta que logra alejarlas del predio.
El segundo problema fue darse cuenta de la cantidad de rosetas que plagaban el lugar. El objetivo del Dr. Fantin era que los niños pudieran recorrer descalzos las orillas del río Carcarañá, disfrutando así de un gran espacio verde que estaba naciendo.
No encuentra otra alternativa que sacarlas una por una.